Mujeres residentes del asentamiento humano La Nueva Casuarina, en San Juan de Lurigancho, dictan clases escolares para los 40 niños que acuden al comedor popular ‘Grupo Solidario’: una de las iniciativas de educación popular que se multiplican en las zonas más pobres del Perú, donde los menores difícilmente pueden continuar con la educación a distancia.

Olga Buitrón, madre de dos niñas y vendedora ambulante en el Centro de Lima, es una de las encargadas de gestionar dicho comedor popular, lugar donde también funciona La Escuelita en las tardes de los martes, jueves y sábados.  

“Vivimos en un lugar de bajos recursos. No tenemos internet, tampoco equipos para que los niños se conecten a las clases virtuales y muchos se quedaron sin estudiar”, se lamenta Buitrón. Ante estas dificultades, junto con otras madres de familia organizan clases de matemáticas y plan lector desde junio.

Merliz Mayola, de 25 años, es una de las mujeres que enseña voluntariamente en La Escuelita. Se mudó en mayo al asentamiento humano, tras perder su empleo en una tienda de Gamarra. Tenía experiencia como auxiliar de inicial y quería aportar: “Si puedo enseñarles y ayudarlos, lo haré”, afirma Mayola.

Atrás de un comedor popular, Merliz y otras madres de familia dictan voluntariamente clases para los niños y niñas del AA.HH. La Nueva Casuarina. Foto: Luis Javier Maguiña..

Cerca a La Nueva Casuarina hay dos nidos estatales y un colegio particular, que cerraron sus puertas a raíz de la pandemia. Solo el I.E.P Isaac Newton continuó con las clases de manera virtual: los profesores enviaban las tareas e indicaciones a través de fotos y videos por WhatsApp.

Pero, cuenta Buitrón, es complicado adaptarse a esta nueva realidad. “Las madres ahora son las maestras, pues deben estar pendientes todo el tiempo de que los niños presten atención. Es difícil porque también tienen que trabajar”, afirma la dirigente vecinal.

Al igual que La Escuelita, han surgido iniciativas similares en Lima y otras regiones donde difícilmente llega la señal de radio o televisión: en Cusco, Piura y Apurímac, estudiantes, padres de familia e incluso agentes de la policía, se ingeniaron para continuar las clases y evitar la interrupción del aprendizaje de los estudiantes.

Por ejemplo, en la comunidad de Mayrasco, del distrito cusqueño de Santiago, Rosemery Raibe, alumna de 13 años, se encargó de dictar clases a otros estudiantes que se vieron imposibilitados de continuar con las clases por la falta de señal telefónica e internet, informó RPP. Sentados en las chacras al aire libre, Raibe les enseñaba las lecciones de cada día.

Un caso similar ocurrió en la provincia de Maynas, de la región Loreto: Thanit Peña, profesora de inicial, compró 33 radios para los niños y niñas del nido donde enseñaba y de zonas aledañas que no poseían los recursos necesarios para continuar con la educación remota.

En La Nueva Casuarina, viven aproximadamente 200 niños y niñas. Alrededor de 40 asisten a La Escuelita.
Foto: Luis Javier Maguiña

Perú, país desigual

Perú es un país marcado por profundas brechas de conectividad: mientras que el 76,2% de hogares a nivel nacional tiene acceso seguro a internet, en el ámbito rural la cifra desciende a 41,5%, según encuestas del Organismo Supervisor de Inversión Privada en Telecomunicaciones (Osiptel) de 2019. 

Por otro lado, el 37.7% de hogares a nivel nacional cuenta con televisión por cable y el 74.2% tiene al menos una radio, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) de 2018.

“Uno de los retos que debe afrontar el sector educativo de cara al 2021 es la desigualdad económica, que dificulta un acceso nacional homogéneo a las condiciones básicas de calidad del servicio educativo”, afirma José Carlos Vera, Director de Gestión Descentralizada del Ministerio de Educación (Minedu).

A raíz de la virtualización de las clases, entre abril y junio la asistencia escolar en adolescentes de 12 a 16 años disminuyó a 82,1%: seis puntos porcentuales menos a comparación de 2019 en la misma fecha, según el informe de Estado de la Niñez y Adolescencia del INEI.

A las clases, asisten niños de todas las edades, principalmente aquellos que van a inicial y primaria.
Foto: Luis Javier Magüiña.

Aunque el Minedu reportó que el 94% de estudiantes a nivel nacional se conectaron a la estrategia educativa Aprendo En Casa, José Carlos Vera reconoce que esta cifra incluye sólo a los alumnos que tuvieron la posibilidad de acceder a alguno de los múltiples formatos en los que se desarrollaron los programas. 

Según estudios de la Unicef sobre el impacto de la Covid-19 en la escolarización de América Latina, cuanto más tiempo permanezcan las escuelas cerradas en la región, menos factible será que, cuando se reanuden las clases presenciales, los niños en situación de vulnerabilidad retomen las clases.

Mientras tanto, Monyola señala que continuarán con las clases hasta que los colegios abran nuevamente, ya que es la única forma de garantizar el aprendizaje de los niños. “Las madres de familia están de acuerdo. El cerro es muy alto, los niños tienen dificultades para conectarse porque las antenas no captan la señal”, afirma la educadora.

Pese a que las clases de La Escuelita no reemplazan significativamente la enseñanza escolar, Buitrón señala que permiten que los niños continúen el proceso de aprendizaje: “Para que aprendan a leer, escribir o distinguir los colores, a veces las mamás son analfabetas y no pueden enseñarles”, agrega.

Merliz realiza colectas entre los vecinos de la zona para juntar colores, plumones y cuadernos y así continuar con las clases. Foto: Luis Javier Maguiña.

Gustavo Sagastegui: “La educación popular es una práctica liberadora”

Gustavo Sagastegui, sociólogo fundador y director de Investigación y Educación Popular en Cultivarte, Consultora Cultural Comunitaria, comparte sus perspectiva sobre la importancia de la educación popular en el contexto peruano.


¿Cómo definir la educación popular? 

Más que una idea, como señala Paulo Freire, es una práctica liberadora: un proceso para el que recibe las enseñanzas, pues le brinda conocimientos que lo vuelven dueño de su propio destino al aprender a identificar problemáticas y así intervenir en su entorno.

La educación popular se caracteriza por seguir una lógica de horizontalidad entre el educador y el estudiante, ya que ambos comparten lo que saben y generan conocimientos útiles que parten de sus experiencias cotidianas.

¿Qué tipo de conocimientos transmiten estas experiencias?

De todo tipo; lo más importante es que estos sean útiles para identificar y afrontar los conflictos diarios que se le presenten al estudiante.

Solemos relacionar educación con escolarización, pero hay otros aspectos igual de importantes que no son contemplados en el sistema educativo formal, como el arte, la creatividad o la educación física y que son, precisamente, lo que enseñamos a través de la educación popular.

¿Qué factores generan el surgimiento de este fenómeno?

En Perú, estas prácticas se extendieron en la década de los 70 con la migración: puesto que a las zonas periféricas y las invasiones no llegaban los colegios y tampoco los servicios básicos de luz y agua, la necesidad impulsó estas primeras experiencias de educación popular.

¿Cuáles son las estrategias más comunes de autoeducación?

Depende de cada caso. Sin embargo, podemos reconocer: la organización, identificación de la problemática que se busca solucionar, sistematización de los conocimientos que se transmitirán, establecer quiénes darán las clases. Aunque muchas veces se realizan sobre la marcha, siempre hay una planificación mínima.